Del 3 al 29 de abril, Artajona se convirtió en el escenario de una experiencia educativa transformadora para impulsar su primer bosque de alimentos, dentro del marco del proyecto europeo FOOD FOREST. A lo largo de estas semanas, los habitantes de este pequeño municipio navarro tuvieron la oportunidad de participar en un programa intensivo sobre permacultura, gobernanza sociocrática y diseño de bosques de alimentos, pilares clave de este proyecto liderado por la UPV/EHU y financiado por EIT Food.

Un grupo diverso y comprometido

Un total de 27 personas participaron, de manera parcial o completa, en las sesiones impartidas. De ellas, doce eran hombres, catorce mujeres y una persona no binaria. En cuanto a la edad, dos participantes eran menores de 40 años, seis eran personas jubiladas y el resto tenía entre 40 y 65 años. Dado que no se completaron las 25 plazas ofertadas inicialmente, se permitió la participación de personas no residentes en Artajona. En total, nueve asistentes provenían de fuera del municipio.

La diversidad del grupo fue una muestra del interés que despiertan los modelos sostenibles y comunitarios más allá del entorno rural donde se desarrollan.

Bosques de alimentos y permacultura: herramientas para regenerar el entorno

Durante las sesiones, las personas participantes no solo aprendieron conceptos, sino que se entrenaron en herramientas reales para transformar su entorno. El programa combinó teoría, práctica y trabajo colaborativo, con un enfoque claro: empoderar a la comunidad para diseñar su propio bosque de alimentos.

Los contenidos abordaron temas fundamentales como:

Permacultura, la base para diseñar sistemas sostenibles e integrados con la naturaleza

Sociocracia, un modelo de toma de decisiones horizontal y eficiente, ideal para proyectos comunitarios

– El funcionamiento y diseño de bosques comestibles, como alternativa regenerativa a la agricultura convencional

El broche final fue un ejercicio de diseño en grupo, obligatorio para obtener el certificado oficial de Diseño en Permacultura. Solo quienes asistieron al menos al 90% de las clases pudieron presentar su propuesta, basada en principios éticos y en las herramientas adquiridas durante el curso.

Sin embargo, el verdadero aprendizaje se vivió en el terreno. Durante dos intensas jornadas prácticas, los asistentes:

– Construyeron un horno de biochar

– Crearon una rocket stove (estufa cohete)

– Excavaron una zanja de infiltración

– Diseñaron un camino vivo, lleno de materia orgánica, pensado para nutrir el suelo y atraer vida fúngica

Esta experiencia marca el inicio de un proceso de transformación real. Artajona no solo está diseñando un bosque de alimentos, sino también un modelo replicable de transición ecológica comunitaria. El proyecto FOOD FOREST demuestra que, cuando se une la educación con la acción local, cualquier territorio puede convertirse en un motor de cambio sostenible.

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